Llamamos pinturas rupestres a cualquiera de los dibujos prehistóricos hallados en cavernas o rocas. Y es que, como indica su etimología, ‘rupes’ significa roca en latín. Según los expertos, las más antiguas podrían datar de hasta hace 40 mil años, en el periodo de la última glaciación, en el Paleolítico medio. Se han encontrado ejemplos de diferentes épocasen todos los continentes y hay ejemplos de cualquier época, aunque las más antiguas decoran las paredes de España y Francia. Unas pinturas que han ayudado mucho a los arqueólogos a discernir el pasado del ser humano, su cultura, sus relaciones, su modo de vida y sus rituales.
Las pinturas, que al parecer tenían relación con celebraciones mágicas hechas alrededor de la caza, habitualmente ilustraban los animales -bisontes, ciervos, mamuts, jabalíes…- que estos homínidos se disponían a cazar. Sin embargo, es casi imposible dar todos los datos por hecho, puesto que los dibujos han sido hallados en todo tipo de lugares, desde las más recónditas esquinas de una cueva hasta en cantos, rodados, esculturas y decorados.
Las obras del Mesolítico y Neolítico, que vinieron acompañadas de descubrimientos como los de la agricultura, ganadería y cerámica, guardan una personalidad propia que las diferencia de las anteriores pinturas rupestres. En este caso, siempre se encuentran a la luz del día, y la figura humana se convierte en el epicentro de un relato mayor. De este modo, estas historias pictóricas descubrieron toda una serie de características sobre el comportamiento y la rutina de estos seres humanos que siguen siendo, hoy por hoy, unos desconocidos.
En nuestro tiempo, para conocer la primera vez que el ser humano tuvo constancia de estas pinturas debemos echar la mirada atrás hacia mediados del siglo XVIII, en Baja California. Algunas de las obras rupestres mejor conservadas, no obstante, fueron encontradas más de un siglo después en las Cuevas de Altamira (Cantabria), donde, por casualidad, Marcelino Sanz de Sautuola se topó con ella. Desde entonces el territorio español se ha convertido en un espacio de culto para paleontólogos y arqueólogos.
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